ADIÓS AL INSTITUTO ARGENTINA

Hola amigos. Hoy estoy triste. Sé que todo el mundo tiene tristezas, y no pretendo otra cosa que expresar mi pena, sin incomodar a nadie. Los lectores que me aprecian sabrán valorar estas líneas. El jueves 20 de agosto 2015 me despedí del Instituto Superior Tecnológico Público Argentina, luego de diecisiete años y medio de laborar allí, en el turno nocturno. Mi mala salud me obligó a renunciar. Los médicos me han dicho que debo reducir mi carga laboral. A veces temo que el atormentado final de mi recordado amigo el profesor Frank, cuya dramática historia di a conocer en mi libro Magia Negra, se repita en mí. 

Ser docente en el nivel superior con un régimen de asistencia de lunes a viernes es un trabajo muy especial. Uno alterna a diario con profesionales maduros, cuajados, curtidos, cultos y con un gran bagaje de vida. Cada noche, conversando con mis compañeros, yo aprendía de la vida, de la historia, del arte y de la cultura. Mi homenaje a esos entrañables compañeros, casi todos mayores que  yo, que tanto me enseñaron y enriquecieron mi vida. También mi sentimiento de afecto hacia los miles de alumnos a los cuales tuve el privilegio de enseñar. Los alumnos del Instituto Argentina son, casi todos, jóvenes y señoritas de modesta condición económica que deben trabajar cada día para ganarse el pan. Ellos luchan duramente por superarse y, porque conocen las dificultades de la vida, son especialmente nobles y cariñosos. Nunca los olvidaré. Nunca olvidaré al Instituto Argentina. 

Hasta otra oportunidad.