sábado, 26 de abril de 2025

LA INSEGURIDAD (OPINIÓN)

 

La gente no quiere entender que la inseguridad la ha causado, en gran medida, el lobby abogadil. Los abogados, especialmente los penalistas, hace años lograron en casi todo el mundo que se elimine la pena de muerte, pues va contra sus intereses económicos. Ellos viven del tráfico procesal. Si hay menos delincuentes, hay menos procesos, y menos clientes para ellos. Por eso se oponen ferozmente a la eliminación de los desalmados. Vean que, prácticamente, todos los abogados descartan la pena de muerte. Y usan toda clase de argumentos cínicos. Dicen que “va contra la obligación resocializadora del Estado”, que sería “una venganza”, que sería "un acto de salvajismo”, que “podría ser ejecutado algún inocente”, etc. Y para ilustrar esto último, siempre mencionan casos antiquísimos como el del “Monstruo de Armendáriz” en el Perú y el de Sacco y Vanzetti, en Estados Unidos. Estos tres hombres fueron ejecutados sin pruebas suficientes, eso es cierto, pero eso fue hace cerca de un siglo, cuando no había cámaras de alta resolución ni pruebas de ADN. Ahora son muchos los delincuentes apresados en flagrancia, pero igual los abogados los defienden y, lo que es peor, los instruyen para evadir a la justicia. En resumen, no vuelvas a creer que los abogados que tienen cargos públicos lucharán contra la delincuencia. Ellos están condicionados por su gremio profesional, y jamás van a querer afectar los ingresos de sus colegas. Despierten ya y recuerden: los abogados son mercenarios de la ley. Y más aún los abogados penalistas, los cuales ganan dinero consiguiendo impunidad para los delincuentes. Ése es su negocio. Y, para lograrlo, muchas veces se coluden con los fiscales y jueces, que también son abogados.

Para que se entienda un poco mejor lo que son los abogados, transcribiré lo que, hace tres siglos, escribió sobre ellos el irlandés Jonathan Swift, genial autor de esa maravilla literaria titulada Los viajes de Gulliver. Lean:

“Entonces le dije a mi amo que entre nosotros había una sociedad de hombres, educados desde su juventud en el arte de probar mediante palabras multiplicadas con tal fin, que lo negro es blanco y lo blanco negro, según lo que les pagan. El resto del pueblo es esclavo de esta sociedad. Por ejemplo, si mi vecino se quiere apoderar de mi vaca, contrata a un abogado para probar que mi vaca debería ser suya. Entonces yo tengo que contratar a otro para defender mi derecho, ya que la ley prohíbe que un hombre hable en su defensa. Ahora bien, en este caso, yo, que soy el legítimo dueño, tengo dos grandes desventajas. Primera, mi abogado acostumbrado casi desde la cuna a defender lo que es falso, está fuera de su elemento cuando defiende la justicia, que como le es un oficio antinatural, siempre realiza con torpeza, ya que no de mala gana. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran cautela, o de lo contrario se verá amonestado por los jueces y aborrecido por sus colegas, como alguien que rebaja la práctica de la ley. Y por lo tanto, no me quedan más que dos métodos para conservar mi vaca. El primero es comprar al abogado de mi adversario, pagándole el doble; entonces traicionará a su cliente. El segundo medio es lograr que mi abogado presente mi caso como lo más injusto posible, y con esto, si se hace hábilmente, puede lograr el favor del tribunal”.

“Ahora bien, le dije a mi amo, usted debe saber que los jueces son personas nombradas para decidir todas las controversias de bienes, así como los juicios de los criminales, elegidos entre los abogados más hábiles que se han vuelto viejos y perezosos, y que como durante toda su vida han estado predispuestos contra la verdad y la equidad, tienen una tan fatal necesidad de favorecer el fraude, el perjurio y la opresión, que he conocido a varios de ellos que han rechazado un soborno importante del lado donde estaba la justicia, antes que hacer injuria a la profesión, mediante una cosa tan impropia de la naturaleza de su cargo”.

“Cuando pleitean, evitan cuidadosamente entrar en los méritos de la causa; pero gritan y se ponen violentos y molestos al insistir en circunstancias que no hacen al caso. Por ejemplo, en el ya mencionado, nunca quieren saber qué derecho o título tenía mi contrario a mi vaca; sino si dicha vaca era roja o negra; si sus cuernos eran largos o cortos; si el campo en que pastaba era redondo o cuadrado; si la ordeñaban en casa o fuera de ella; las enfermedades que había tenido y cosas semejantes; después de lo cual consultan los precedentes, aplazan la causa de vez en cuando, y al cabo de diez, veinte o treinta años, resuelven el pleito”.

“Es de observar igualmente, que esta sociedad tiene una jerga y terminología especiales, que ningún otro mortal puede entender, en la cual está escritas todas sus leyes, las que ponen un cuidado especial en multiplicar; por lo cual han confundido totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, de lo justo y lo injusto; de modo que se tardarán treinta años en decidir si el campo que me dejaron mis antepasados de seis generaciones me pertenece a mí, o a un extraño que vive a trescientas millas de distancia”.

“Aquí, mi amo me interrumpió diciendo que era una lástima, que criaturas dotadas de habilidades mentales tan prodigiosas como los abogados que yo le había descrito, no fueran alentados para instruir a otros en la prudencia y la. sabiduría. Yo le respondí que, en todos los puntos al margen de su oficio, solían ser la gente más estúpida e ignorante entre nosotros, la más despreciable en la conversación corriente, los enemigos declarados de toda erudición y conocimiento e igualmente dispuestos a pervertir la razón general de la humanidad en todos los aspectos del raciocinio, como en el de su profesión”.

Esto lo escribió, hace trescientos años, un genio que conoció al género humano mejor que todos nosotros. Ahora ya ustedes saben un poco más de los abogados, especialmente de los abogados penalistas, y de las causas de la inseguridad. Claro que entre ellos puede haber algunas honrosas excepciones. Hay algunos abogados cultos y con conciencia social. Pero son eso; excepciones.

                                               

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